Volvemos a disfrutar del directo de dos bandas amigas en La Zona Eléctrica. En el madrileño barrio de El Pilar, se dieron cita el pasado viernes 22 de octubre Sake Mate y Espiral. Los primeros actuaban en casa y los segundos llegaban con las ganas y la ilusión de quien quiere conquistar una plaza tan difícil como la capital. La Zona Eléctrica sale del área de confort que es la comodidad del estudio para sentir el frío de una noche otoñal en Madrid. Atrás quedaron ya las noches de conciertos con el cobijo del calor veraniego y ahora empiezan las veladas de invierno y sala de conciertos.

Sake Mate vuelven a las tablas para seguir dando a conocer «Condenado a Libertad» un disco que vio la luz en lo que a posteriori sería el peor momento para hacerlo. Pero ellos, y cualquiera de nosotros, no disponen del don de la quiromancia para saber si el momento es adecuado o no. Tocar en casa, con público conocido, por norma general garantiza el éxito de la actuación pero ese público es el más exigente y hace que la banda tenga que esforzarse de manera extraordinaria.
En febrero de 2020 una formación diferente de Sake Mate visitaban La Zona Eléctrica para traernos un acústico exclusivo y más de un año después, en eléctrico, están más ágiles que nunca. Bronson al frente del grupo y las seis cuerdas, tomando las riendas vocales y defendiendo la posición con absoluta seguridad. Alberto, sumergido en disfrutar cada uno de los acordes que tocó durante más de una hora de actuación. Óscar hizo del bajo un protagonista de primera línea en la puesta en escena de Sake Mate. David exprimió las baquetas hasta hacerse con parte del protagonismo de la noche, todo un showman que ofreció un ejercicio musical que el público agradeció desde el minuto uno.










Sonaron canciones como «Pídeme la Luna», «Sake Mate», «Morir por Ti», «Blackuan», «Condenado a Libertad» y guiños como «Agradecido» o «Resistiré»
Sake Mate están calentando motores para lo que, sin duda, será un 20 aniversario por todo lo alto.

Y llega el turno de los «caballas» Espiral. Presentando en Madrid su disco «Cuando vuelve el Sol» tras haber recorrido su ciudad natal y Oporto, como escala de su gira «El Tour del Sol». A diferencia de sus compañeros de tablas esa noche, Espiral se enfrentaban a un público casi desconocido pero que los recibió con los brazos abiertos y los cuernos al viento. Y en poco tiempo los de Ceuta ya eran uno más.
Espiral saltan al escenario, tras la intro de rigor, con el tema que da título genérico a su disco. Y la noche se llenó de canciones clásicas de la banda como «Contratiempos», «Superestrella», «Alas del Silencio» o «Una Noche más». Llegando al momento de recordar a su ciudad natal, Ceuta estuvo presente toda la noche y en «Mirando al Mar» de una forma especial. Personalmente eché en falta la bandera blanquinegra de su ciudad que con orgullo lucen en cada escenario que pisan.
«Cuento de Hadas podridas», «Alma en Ruinas» o «Los pilares de la Paz» fueron de esas canciones que no pueden faltar en una actuación de una banda entregada a pesar de la situación. Siendo justos con ellos, el horario no era el idóneo; pasando mucho de la media noche. El local (parece que a cualquier cosa se le puede llamar sala de conciertos) no es el más adecuado para una formación de 5 componentes inquietos como Espiral. Si Sake Mate estaban «comprimidos», los de Ceuta no disfrutaron del espacio que su puesta en escena necesita. Aún así, y a pesar de todo, lograron sacar un sonido limpio y compacto.











Luis nos brindó una grandísima noche de Rock, Antonio no dio tregua a una batería que había vivido mejores épocas y que exprimió hasta el último aliento. Pepe derrochó maestría a la guitarra y desplegó un arsenal de pedales para hacer de las seis cuerdas un pilar fundamental de Espiral. Alberto disfrutó del recital como si él fuese parte del público, y transmitió a través del micro esa sensación tan placentera de regocijo absoluto y Rogelio, demostró que no solo es una gran persona sino que, además, es un profesional de las tablas como hay pocos. Ocupó la posición más complicada para un bajista, lo que hizo que tuviese que afinar varias veces el instrumento y aún así nada hizo que se le borrase la sonrisa de la cara ni que perdiese el ritmo en ningún momento.
Todos los grupos tienen noches de mayor o menor fortuna, es parte de la liturgia del Rock. Lo que diferencia a una gran banda de una mediocre son las veladas en las que parece que no todo fluye según lo planeado y aún así se entregan al público para la música se anteponga a todo y a todos. Una gran banda saca adelante una actuación memorable, donde otros tirarían la toalla antes de empezar. Por muchas cosas Espiral merecen nuestro reconocimiento y por noches como esta, más.
Espiral despedían su actuación, invitando de nuevo a Fran, para poner el broche perfecto con «Sábado a la Noche» adaptando el tema de Miguel Ríos para si mismos y para dejarnos a todos con ganas de más.
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